A veces simplemente no soy yo. Me siento triste, abatido, cansado de todo y de nada. En esos días, cuando el mundo gira alrededor y me siento incapaz de retomar el curso de mis alas, me gustaría poder soñar, pero la neurastenia ni siquiera me permite dormir bien. Ella es así. De repente, aparece se adueña de mi vida, me aprisiona, me encierra y me desarma. Me debilita tanto que ni siquiera el dolor de saber que me he dado por vencido me ayuda a levantar la cabeza.
Son días en los que camino a gatas, intentando disimular torpemente que ni soy así, ni vivo así, ni siento así. La mayor parte de las personas ni siquiera son conscientes de esta enfermedad que me patea las entrañas, así que debe ser que en realidad lo disimulo bien. Estoy seguro de que no soy el único, de que somos un pequeño grupo de sinvergüenzas y atolondrados que caminamos a tumbos por la vida, limitando nuestra capacidad de sentir por nuestra capacidad de pensar o reflexionar... sea lo que sea, no me gusta.
Hace unos días, ella volvió, se revolvía en mi interior, me atrapaba el estómago, me martilleaba la cabeza, me impedía relajarme y soñar, me irritaba y me impedía ser feliz, ser yo. El insomnio me ha perseguido siguiendo sus órdenes y los sueños han huido espantados por el cansancio y la desilusión. En ese momento, cuando la migraña me cuarteaba las sienes y el silencio sonaba en mis oídos como la gota que cae monótona y resuena en medio de la noche, entonces, me di cuenta de lo que la neurastenia había hecho contigo. La pérdida de memoria es inevitable, es una consecuencia más de su efecto en el estado mental de los que lo sufrimos. A lo mejor habría preferido olvidar la fecha de mi cumpleaños o el color de los ojos de mi madre, pero no, el azar ha decidido que haya conseguido olvidar tus susurros al oído o el roce de tu piel. Sé que estuvieron ahí, pero no los recuerdo, lo he intentado y no aparecen en mi mente... se han esfumado.
Hoy me siento libre. Ella también se ha esfumado. Por fin. Sin más y sin menos, pero se ha marchado que es lo que importa. Luce el sol, la gente me sonríe por la calle y hoy me han saludado dos personas a las que no conocía de nada (les he devuelto el saludo, claro, una es un poco tonta pero también es una persona educada). Hoy me he permitido soñar despierto, sonreír a los desconocidos, escuchar el silencio, dejar que los rayos de sol acaricien mi rostro, hoy me he permitido ser yo, y disfrutar de lo bien que me sienta.
Wednesday, July 23, 2008
Friday, July 11, 2008
Esa canción
Escribir, esa terapia absurda. Y otra vez ese agujero en el estómago, ese tragar saliva apretando la mandíbula. Esa pena densa, que es sólo mía, que nadie entiende.
Y mientras la vida me vive deprisa y yo me dejo. Y mientras tú... y mientras todo.
Me avergüenza mi queja, mi pena. Al fin y al cabo vivo como puedo, que es más de lo que pueden hacer muchos.
Y esa puta canción que no dejo que deje de sonar, que llena este cuarto, dejando que desgaste mi techo de tanto buscar respuestas en su monotonía... y no hay. No hay más que ojos y dudas y ganas de llorar y no hacerlo. Y tragarme todos los finales tristes, mantenerlos ahí adentro, sobrevivir con ellos.
Desear desaparecer. Desear meter la vida en el auto y llevármela lejos de aquí, porque soy un cobarde, porque sé que no puedo y que se pudra el que dijo que querer es poder... así, que se pudra en el infierno por mentiroso y por cabrón.
Que yo sigo siendo el de las fotos, el de la sonrisa, pero ya no soy mío... y cada día un poco menos.
Gastarme contra los meses que se amontonan en la maleta, en las letras, en los atardeceres, en todos los rincones.
Seguir sorprendido, extrañado porque aún hay quien me quiere a pesar de saberme tan incierto, tan torpe.
Y otra vez volver a desear ser otro y joderme sabiendo que no tengo remedio, que nadie lo tiene... y buscar y salir y volver a empezar, durmiendo a duras penas, lejos de todo.
Si tan solo fuera capaz de quitar esa canción... esa puta canción.
Thursday, July 10, 2008
Hola, soy un botón.
Este día ha sido uno de los más catárticos de toda mi existencia, y he tratado de disuadir mis pensamientos y llevarlos a un punto menos desafortunado, pero la sensación no se disipa.
Estos días me veo como uno de esos botones que están a punto de descolgarse de la solapa de una camisa… sí, esos que danzan peligrosamente pidiendo un remiendo a gritos y que luchan por no caer al vacío.
Todo lo que me une a ésta, mi ciudad, se asemeja cada vez más a un leve hilo quebradizo a punto de partirse, y yo, mientras, me tambaleo temiendo que se rompa del todo, aferrándome con fuerza y, a la vez, con ganas de que suceda de verdad, con ganas de que alguien me dé un tirón y se vaya todo al diablo.
Y sé que la única persona que podría ayudar a zurcirme de nuevo no está cerca, no al menos en estos momentos. De hecho, creo haberla conocido hace poco tiempo, y me apetece la idea de aproximarme más, de romper estos hilos definitivamente y empezar a crear otros nuevos, pero me da miedo... me da miedo porque necesito un dedal y no sé si lo tengo... un dedal, porque no quiero pincharme y sangrar.
Estos días me veo como uno de esos botones que están a punto de descolgarse de la solapa de una camisa… sí, esos que danzan peligrosamente pidiendo un remiendo a gritos y que luchan por no caer al vacío.
Todo lo que me une a ésta, mi ciudad, se asemeja cada vez más a un leve hilo quebradizo a punto de partirse, y yo, mientras, me tambaleo temiendo que se rompa del todo, aferrándome con fuerza y, a la vez, con ganas de que suceda de verdad, con ganas de que alguien me dé un tirón y se vaya todo al diablo.
Y sé que la única persona que podría ayudar a zurcirme de nuevo no está cerca, no al menos en estos momentos. De hecho, creo haberla conocido hace poco tiempo, y me apetece la idea de aproximarme más, de romper estos hilos definitivamente y empezar a crear otros nuevos, pero me da miedo... me da miedo porque necesito un dedal y no sé si lo tengo... un dedal, porque no quiero pincharme y sangrar.
Subscribe to:
Posts (Atom)